Saltemos la cerca, porque toda clasificación es arbitraria. Obviemos, de momento, los estigmas que maceran en las venas de todo formalismo.
Ángel Sergio Pinedo nació en la Ciudad de Buenos Aires en abril de 1976. Es poeta, narrador, socio activo de la SADE, profesor para la Enseñanza Primaria y profesor en Letras.
Ha publicado más de una decena de libros que abordan distintos géneros literarios, entre los que se destacan Canto Mayor (poesía reunida, 2011), Prosa Compacta (narrativa reunida, 2012), Paisajes del destiempo (poemas y relatos, 2014), El eco de las horas (poemas, 2016), Los enigmas y las bestias (cuentos y relatos, 2017), Conjuro vertical (poemas, 2018) y Salvar la otra tormenta (novela, 2020). Obras que merecieron, en muchos casos, el reconocimiento de importantes instituciones, como la Universidad Nacional de Avellaneda, la Universidad Nacional del Centro de la Prov. de Bs. As. y la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires.
Hoy, este autor, nos sorprende nuevamente presentando ALAR, su nuevo libro de poemas, de la mano de Prosa Editores, en el que con oficio, originalidad y contundencia, nos entrega el testimonio lírico de una época de transformación social e individual.
ALAR es, sin lugar a dudas, un punto de inflexión. Una mirada íntima y reflexiva sobre el camino recorrido hasta aquí, que marca el inicio de otro tiempo. Un canto a carne viva que expone la percepción que el poeta tiene sobre sí mismo y sobre su entorno. Pero, sobre todo, este poemario es la confirmación del compromiso de Ángel Pinedo con el género poético. Porque, como el bien lo dice... aunque (la poesía) no cambie ni cure el mundo, /lo hace, al menos, un poquito más humano./ Ella no nos escuda. Simplemente nosotros nos abrazamos a ella./ Vale cualquier excusa./ El amor, la idiotez, la agonía de los días o el espanto./ Porque la Poesía es siempre necesaria,/ en un mundo que, a menudo, se aleja de las palabras.
A continuación, compartimos una selección de poemas de este libro para que puedan disfrutarlos en plenitud.
AZULES
Amamanté una tormenta perdida
que quiso quedarse.
La vi huérfana de tiempos
y, por eso, la crie como si fuera mía,
acariciando sus vacíos de cielo.
El día que partió, me recompensó
llevándose consigo un puñado
de nieblas mal habidas
y recuerdos vencidos.
Sin embargo, no se fue tan lejos.
De tanto en tanto,
cuando los estallidos de los relámpagos
iluminan mi cuarto, sus gotas azules
riegan el jardín que desconocí.
ESO
Acalambro el cuerpo
pero no acalambro a la palabra
que sigue serpenteando
como un águila de fuego
en ese azul de abril tornasolado
que todavía habita
como un ángel total-desmemoriado
de clavos-karmas
vidrios rotos o rasguños
en el cenit de mis entrañas.
DESCLASIFICACIÓN DE LOS POEMAS
Saltemos la cerca,
porque toda clasificación es arbitraria.
Obviemos, de momento, los estigmas
que maceran en las venas de todo formalismo.
No hablemos de estructuras,
de romances, versos libres o sonetos;
hagamos un recreo.
Hablemos de esos versos catatónicos,
o de los melosos que bordean las cornisas del hastío;
de los poemas deshilvanados de noches;
de las palabras que acarician las costillas de las nubes;
de los versos con rimas pedantes, excesivas, sin sentido;
de las que no tienen padre… ni madre, fuego ni frío.
Hablemos de desclasificar a esas islas sin mapa
y abracemos, sin más, a esos barcos
que no tienen cuándo, ni dónde, gobierno y destino.
OFF
Apenas llegué a casa, cerré la puerta con llave
y la aseguré con el cerrojo.
Luego colgué mi insólita cabeza en el perchero,
arrojé los brazos y las piernas,
casi sin fuerzas, sobre el sofá;
me descalcé los ojos y los guardé,
cuidadosamente, en la cajita azul;
y a mis orejas las coloqué sobre el platito gris
que estaba sobre la mesa.
Y, poco después, al fin, me desnací
para habitar sin dueños
la infrontera de los sueños.
Imperceptible. Lejos del colapso del asfalto
para nadarme sin fondo,
desnudo de toda desnudez.
INFLEXIÓN
No lo dudó:
me disparó su olvido
en la mediatriz de los días
que no tienen nombre.
Entonces
un verbo me astilló la nuca
y el silencio comenzó a caer
a borbotones
Creo que tuve suerte,
no me salvé de milagro.
Leyendo a PINEDO, ME HE LLEGADO A ALEGRAR,PUESTO QUE SU POEMARIO ME HA RECORDADO UNO A UNO A MIS PROPIOS POEMAS ESCRITOS TRAS LA JUBILACIÓN; POEMAS QUE SOLAMENTE SE HAN----EN PARTE---- PUBLICADO RADIOFÓNICAMENTE
Y CON MI PROPIA VOZ. SE HAN DADO CASOS DE MUCHOS APLAUSOS Y PARABIENES.
NO SIEMPRE, CLARO ESTÁ. P .Mirete BARCELONA 2022