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El actor y director Hugo Álvarez presenta su libro "Relatos de infancia del hijo de un suicida"



La muerte de papá me causó mucho dolor y tristeza. Lo quise mucho, lo extrañé. Los niños en la escuela hablaban de sus padres, mis primos también lo hacían y yo sólo tenía ganas de llorar. No podía entender que el mío estuviera muerto. Fui un niño triste, pobre y con el complejo de ser hijo de un suicida.


Hugo Álvarez, el actor y director nacido en Mercedes, San Luis en 1934 presenta un libro absolutamente sincero consigo mismo y con su entorno, dispuesto a desentrañar los pasos que le hicieron vivir en su infancia y en particular a partir del suicidio de su padre, cuando tenía 7 años.


Basado en sus vivencias, Relatos de infancia del hijo de un suicida incluye los aportes invalorables de la psicoanalista polaca-suiza Dra. Alice Miller (1923-2010), que dedica su vida profesional al estudio del maltrato a los niños. Sus investigaciones la llevan a enfrentarse con el tema incesto/niño, que su maestro Sigmund Freud afirma “cuando el niño habla de incesto, este está expresando sus fantasías". Alice Miller, al contrario, dice: “Cuando el niño menciona el incesto, este está ocurriendo. El niño nunca miente”. Esta confrontación la convierte en una figura polémica en Europa en los años 80 y 90. Alice Miller renunció a la Sociedad Internacional de Psiquiatras, y decidió no llamarse psicoanalista, sino "investigadora de la infancia".


A continuación, te dejamos un fragmento del libro:



PREMISAS DE RELATOS DE INFANCIA DEL HIJO DE UN SUICIDA


La idea central de este libro no es sólo, entonces, relatar mi infancia, sino ubicar en esa etapa las particulares características que entrañan una educación, algo tan remoto como el mismísimo origen del hombre y que se transmite de generación en generación. En la formación de los pequeños subyacen fundamentos primitivos y autoritarios que sostienen una extensa galería de valores morales obsoletos. Gracias a la lucha de siglos por alcanzar una vida mejor, los derechos humanos se han convertido en la columna vertebral de gran parte de las nuevas generaciones. Sin embargo, pese a los logros alcanzados por el saber del hombre, esa “herencia” no expresa de manera plena los cambios morales y sociales y los coletazos del oscurantismo aún subsisten y están muy arraigados. En síntesis, padecemos aún el legado de la ignorancia, hay una deuda pendiente que el hombre aún tiene con el hombre. Desde luego, el niño, víctima inocente, es quien mayor protección debería recibir de sus mayores, en especial de sus padres y educadores. En lo personal, viví de una manera muy traumática la pérdida violenta de mi padre. Yo tenía apenas siete años y él se suicidó. Esta situación me permite contar muchas de las barbaridades que todavía se consideran necesarias para formar a un ciudadano de bien. Llamaría a este fenómeno cadena de prejuicios asociada a la ignorancia. Radicado en Estocolmo, como les decía, tuve la posibilidad de mantener un encuentro, en 1987, con Alice Miller, psicoanalista suiza que alcanzó una enorme notoriedad por su lucha en defensa de los derechos del niño. Miller enfrentó en su tiempo lo que ella designó como “la pedagogía negra” o “pedagogía del terror”, oponiéndose a ideas tales como: “Te castigo, pero lo hago por tu bien”; “Seremos duros y exigentes en tu educación, pero cuando seas grande lo comprenderás”; “La letra con sangre entra”. Este libro contiene algunos documentos de Alice Miller, quien falleció en 2010 y escribió títulos de altísimo valor pedagógico. Muchos de esos ejemplares fueron publicados en español por la editorial Tusquets, de Barcelona, y aún se encuentran en algunas librerías argentinas. Otra aclaración importante: la mayor parte de la historia que contaré transcurre en Villa Mercedes, San Luis y está vinculada a la familia Funes, que da nombre a los famosos Potreros de los Funes, en las sierras puntanas, ya que mi abuela Dominga Fernández Funes, nacida en San Luis, era hija de Plácido Fernández y de Vicenta Funes. De allí deviene el parentesco, pero hay un hecho ineludible que marcó profundamente a mi familia directa y nos precipitó en la pobreza. Fue cuando Dominga fue desheredada por sus padres, al ser abusada a los 14 años por un adulto, mientras estaba internada como pupila en un colegio de monjas de la ciudad de San Luis. La deshonraron, se decía entonces. De aquel episodio carezco de detalles, pero es indudable que fue una desgracia para la vida de mi abuela y para todos los que vinimos después. No es en absoluto una nota de color, sino un episodio oscuro que nos marcó.


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