"Nos convertimos en estudiantes de tiempo completo en la Universidad de la Maternidad, con un posgrado en perfección"
Por @deunamamareal
Comencé a pensar en escribir sobre mi rol de mamá, cuando conocí el lado B de la maternidad. Porque hubo varios momentos en los que me sentía sola, y no porque nadie estuviese al lado mío, sino porque no encontraba a muchas mamás que hablen de este “dark side”. También, porqué siempre fue mi deseo ser madre y no podía permitirme vivirlo de otra forma que no sea con felicidad absoluta.
Siempre quise ser mamá. Desde pequeña hacía lista de posibles nombres para mis futuros hijos. De hecho, sentía que eso era lo único que quería en la vida: encontrar mi “príncipe azul” y vivir una vida feliz rodeada de hijos saltando alrededor, de campo, animales, y ¿Castillos?... bueno, podemos dejar un poco de lado la parte Disney, pero sí quería tener un matrimonio feliz, y muchos hijos; tantos como mi estado financiero me lo permitiera. Eso es lo que siempre decía. No necesitaba nada más… Un tanto ilusa, o quizá un poco cargada de mandatos familiares y sociales; un paradigma que por suerte actualmente está cambiando un poco.
En esta columna, vamos a explorar juntas ese "lado B" de la maternidad que rara vez se habla en las redes sociales o en las revistas de maternidad.
¿Qué pasa cuando nuestras expectativas chocan con la realidad? ¿Cómo lidiar con los desafíos, los momentos incómodos, los comentarios ajenos y esa sensación de soledad que a veces sentimos?
Antes de convertirme en mamá, era una persona extremadamente independiente. Manejaba mis tiempos, podía estar de mal humor sin que nadie me preguntara "¿Qué te pasa?", era dueña de mi vida social, de mi dinero... Cosas que, cuando comencé a convivir con Dami, tuve que aprender a compartir. Y ¿adivinen qué fue lo que más me costó de todo eso? Compartir mi tiempo. Sí, para quienes somos naturalmente independientes, compartir nuestros momentos con alguien puede ser un desafío considerable. Pero aquí les dejo una verdad universal: SIEMPRE PUEDE SER “PEOR”.
¿Por qué les cuento esto? Porque de todas esas cosas a las que las mamás debemos adaptarnos y de las que a veces debemos renunciar, sin duda – y hasta ahora - una de las que más me costó fue perder mi independencia (la poca que me quedaba) por completo.
Comencé a pensar en escribir sobre mi rol de mamá, cuando conocí el lado B de la maternidad.
En mi mente, me imaginé siendo una madre de manual, "perfecta". Y trabajando desde casa, pensé que podría asistir a esas reuniones virtuales perfectamente peinada y vestida de los hombros para arriba, mientras abajo llevaba a Donatito colgado de una lola -que, de hecho, así fue durante los primeros meses-. Incluso, creía que si durante el día, él me demandaba mucho, iba a poder trabajar hasta altas horas de la noche mientras él dormía. Además, obviamente, de seguir con mi vida tal cual estaba antes que él naciera.
También, embarazada, imaginé cómo sería mi futuro hijo. Sí, claro que todas las mamás pasamos por eso; pero no me refiero a imaginar su color de ojos, o si tendría rulos como yo, o pelo lacio como el del padre; tampoco me refería al tamaño de sus manos, lo que imaginaba era su comportamiento, su personalidad, cómo reaccionaría ante mi crianza y mis ideales (qué obviamente él no conocería). Y déjenme decirles que me choqué con un gran paredón, porque nada de todo aquello que imaginé de mí como madre, de mi en ese rol, y de cómo respondería Donatito, resultó ser cierto.
Honestamente, la maternidad me llevó puesta. En primer lugar, como mencioné antes, porque ninguna de esas ideas de “perfección” que imaginé se hicieron realidad; y me sentía superada constantemente, y me preguntaba cómo pude “sobrellevar” otros momentos pesados de mi vida con mucha más liviandad que éste.
Y, en segundo lugar, porque me sentía muy perdida. Tomé muchos cursos para ser una mamá de manual; y tengo la seguridad de que no soy la única que lo hizo, porque todas queremos lo mejor para nuestros hijos. Sin mencionar que, además, atravesamos una era en la que estamos muy observadas “por los de afuera”. Tan así, que nos convertimos en estudiantes de tiempo completo en la Universidad de la Maternidad, con un posgrado en perfección. Lo hacemos todo para sentir que estamos a la altura, tal como “los manuales” dicen.
Nos convertimos en estudiantes de tiempo completo en la Universidad de la Maternidad, con un posgrado en perfección
Como les decía, hice cursos de recetas de BLW (Baby Led Weaning), de RCP (Reanimación Cardiopulmonar); incluso me convertí en una especie de "coach del sueño" con la teoría perfectamente memorizada, sabiendo exactamente qué hacer y qué no para que cualquier bebé del planeta durmiera toda la noche sin interrupciones; cualquier bebé del planeta, excepto mi hijo, que vaya una a saber por qué con él no funcionaba. Probé el método 'duérmete niño' con mucha culpa interna; experimenté con otros enfoques completamente opuestos. Investigué sobre Montessori, exploré la estimulación temprana y leí una cantidad interminable de artículos en internet, además de seguir miles de cuentas en Instagram.
La realidad es que siento que el gran problema de perseguir la MATERNIDAD IDEAL es que justamente detrás de la palabra maternidad está la palabra ideal, porque es una enorme forma de alivianarla, romantizarla y generalizar a cada bebé, ¿no les parece?
¿No sienten, acaso, que se nos exige dar siempre más, como si el amor puro no alcanzara? Nos ponen y, en consecuencia, nos ponemos expectativas que superan nuestros propios límites. Pero ¿Está mal replantearnos nuestros límites y admitirlos? ¿Sentir, esperar, desear que los haya? Yo pienso que no. En primer lugar, porque creo que cualquier cosa que se aleje de nuestro estilo de vida con el tiempo se convierte en algo insostenible. Y, en segundo lugar, porque las mamás vivimos bajo la lupa. #NoImportaCuándoLeasÉsto.
Déjenme decirles que me choqué con un gran paredón, porque nada de todo aquello que imaginé de mi como madre, resultó ser cierto
Para empezar y antes de seguir compartiéndoles unas ideas, siento la necesidad de aclarar, aunque no debería ser necesario: AMO A MI HIJO. ES LO MEJOR QUE ME PASÓ EN LA VIDA, Y NO CAMBIO “ÉSTA YO” POR NADA EN EL MUNDO… ¿A ustedes también les pasa esto? ¿Esa necesidad de aclarar cuánto amamos a nuestros hijos antes de expresar lo cansadas o abrumadas que nos sentimos? Vendría a ser como que ser buena madre no va de la mano con quejarte de serlo.
Ahora sí, volviendo a lo anterior, para mí lo realmente agotador no es ser mamá, lo que nos supera, es intentar alcanzar ese ideal que nos muestran. Debo confesar que, en mi caso, los primeros meses con Donatito me fueron bastantes simples, pero como diría esa famosa canción: “Nada es para siempre”; así que los viajes de mi esposo por trabajo volvieron, llegó la incorporación de la alimentación complementaria, el gateo por toda la casa, o esas famosas "crisis" que comenzaron a asomarse; y todo cambió por completo. Empecé a estresarme y a medida que pasaban los días sentía que podía cada vez menos, me sentía más cansada e incapaz de cumplir con esa maternidad de la que tanto leí. Empecé a cocinar muchísimo, cosas que en mi vida había hecho (y que jamás había probado). Era cocinar para mi bebé, para mi marido y para mí. También había que tratar de establecer y cumplir con rutinas de horarios. Ponernos de acuerdo con mi pareja en términos de educación, qué hacer y que no. Pensar e imaginar con miedo el futuro… Y en el mientras Donatito crecía. Sano, feliz y amado. Y yo Seguía quemándome la cabeza para tratar de ser mejor que lo que estaba siendo, y darle cada vez más de mí.
¿A ustedes también les pasa esto? ¿Esa necesidad de aclarar cuánto amamos a nuestros hijos antes de expresar lo cansadas o abrumadas que nos sentimos?
Leí tanto, proyecté tanto, que me convertí en una especie de crítica de maternidad, porque a veces veía a madres hacer cosas que yo necesitaba hacer, pero que ese ideal no me permitía, y las criticaba. Me sentía algo así como, déjenme hacerlo lo más gráfico posible: esos perros que miran con deseo un trozo de carne a través de la vidriera de una carnicería. Las mamás somos mamás, esposas, amas de casa, laburantes, y quizá… mujeres. Y acá quiero aclarar algo: no importa si criamos a nuestros hijos solas compartiendo con ellos las 24 Hs. o si tenemos la suerte de tener alguien que “nos dé una mano” (jardín, niñera, abuelos, amigos, compañeros de vida) … UNA MAMÁ SIEMPRE ES MAMÁ… e independientemente de todo lo antes mencionado, nada nos reemplaza. Entonces ¿Cómo podemos cumplir con tanto rol?
Si me preguntan, pienso que cuando idealizamos algo, ponemos expectativas extremadamente altas que rara vez se cumplen en la vida real, y podemos decepcionarnos.
Querer que todo sea perfecto, nos puede paralizar, impidiéndonos disfrutar de nuestras vidas porque estamos siempre en la búsqueda de algo mejor… ¿se imaginan esto? ¿estar en búsqueda constante y perdernos de disfrutar cada segundo con nuestros hijos, por sentir que necesitamos ser mejor que una idea? La maternidad por sí sola es un estrés absoluto, las mamás somos muy valientes, porque nos convertimos en mujeres vulnerables, frágiles, con muchos miedos y dudas; creo que sería ideal -ahora sí- no sumarnos más estrés.
Entonces, nos pregunto: ¿De verdad vamos a medir nuestro rol como madres por si nuestros hijos comen o no azúcar, o si miran la tele y conocen a la Vaca Lola? ¿Y si lo medimos por sus abrazos, sus risas, y sus “te amo”? ¿Acaso eso no es un gran, y hermoso, índice para saber que LO ESTAMOS HACIENDO BIEN?
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