A 37 años de estreno de la película basada en la novela de Osvaldo Soriano, te dejamos algunas anécdotas en boca de Héctor Olivera, Tito Cossa y Federico Luppi.
El 22 de septiembre de 1983 se estrenaba la película No Habrá Más Penas Ni Olvido, dirigida por Héctor Olivera, adaptada por Tito Cossa y con un gran elenco que incluía a Federico Luppi, Víctor Laplace, Héctor Bidonde, Rodolfo Ranni, Miguel Ángel Solá, Julio De Grazia, José María López, Lautaro Murúa, Graciela Dufau, Ulises Dumont, Raúl Rizzo, Patricio Contreras, Arturo Maly, entre otros.
La película, por supuesto, está basada en la novela del mismo nombre del argentino Osvaldo Soriano. Es su segunda novela y narra la feroz lucha que se da entre dos facciones peronistas, una de izquierda y otra de derecha, en Colonia Vela, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Es una novela rápida, de pocas palabras pero contundentes. Guillermo Saccomanno a 10 años de la muerte de El Gordo, dijo esto: "A ninguno de sus detractores se les ocurría que, en ese modo de escritura, había una poética de la concisión y la síntesis, una economía de recursos rigurosamente elaborada. Es curioso: la mayoría de sus detractores de entonces hoy se abocan a escribir “fácil”, como si recién hubieran descubierto que del otro lado de la página hay otro, un lector, un semejante".
Hector Olivera y Tito Cossa lograron transmitir con exactitud vertiginosa la velocidad que tiene la novela y lograron una película que no da respiro. A 37 años de su estreno, compartimos algunas anécdotas del proceso de filmación.
Algunas anécdotas:
La novela y, claro, la película, transcurren en Colonia Vela, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, fue filmada en Capitán Sarmiento, otro pueblo de la provincia de Buenos Aires.
Como en la novela no aparece ningún cura, Olivera le comentó esto a Tito Cossa, alegando que, para ser una historia que transcurría los años 73 o 74, y en un pueblo de la provincia, la presencia de un cura debía ser algo habitual. Con mucho oficio y sentido común, Cossa le respondió que, si nunca se muestra la iglesia, nadie preguntará por el cura. De ese modo, y aun filmando en la plaza de pueblo, frente a la iglesia, Olivera jamás la mostró y nadie preguntó por el cura.
Héctor Olivera cuenta que, con tantos protagonistas, muchas veces era difícil y hasta imposible coordinar horarios con todos, de manera que se veía obligado a filmar plano y contra plano usando el hombro de algún asistente y simulando que los dos actores que luego aparecen juntos en pantalla, se hablaron cara a cara.
Cuentan que Lautaro Murúa, en un viaje en auto hacia el set de filmación, y al ver lo complejo que era coordinar para filmar dijo: "Esta película no se va a poder armar nunca".
En la película hay muchos tiros, eso se sabe. Lo que no es tan conocido es que, para esas escenas, y debido a que en esa época no se disponía de buenos efectos especiales; se contrató el servicio de dos exsuboficiales de la policía, que trajeron todo el armamento requerido, pero con balas reales.
Olivera cuenta que, cuando grababan el tiroteo al edificio de la Municipalidad, alertados por los tiros llegaron policías de un pueblo vecino. Tras preguntar que pasaba y al enterarse de que las balas eran de verdad, uno de esos policías sacó su metralleta y se puso a disparar como un actor más, pidiédole al director que filmara la escena.
En una de las escenas, el personaje de Miguel Ángel Solá, mojado y muerto de frío debía beber ginebra para calentarse el cuerpo. Si bien, originalmente, lo que había en la botella era agua, Miguel Ángel, que realmente estaba muerto de frío, pidió ginebra. Al parecer, fue tal la borrachera que se agarró, que los exsuboficiales que estaban allí para supervisar el uso de las armas, lo llevaron a un camarín y, desnudo, lo pusieron debajo del agua fría para quitarle la borrachera. Olivera dice que Miguel salió de allí fresco como una lechuga.
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