"Esto termina en parálisis –continuó-, y reducción, contracción. Como cuando matás una araña y se achica. Se le sale el líquido y se achica ¿viste? Después es como que se curva para adentro. Se hace redonda. Como un feto en una panza"
Un Ángel por Sergio Chodos
- Tengo clarísima la oscuridad - me dijo - el problema es que no la puedo aceptar, o absorber.
- Esto termina en parálisis –continuó-, y reducción, contracción. Como cuando matás una araña y se achica. Se le sale el líquido y se achica ¿viste? Después es como que se curva para adentro. Se hace redonda. Como un feto en una panza.
- No te veo muy optimista, le respondí, o reflexioné.
Ya no tenía claro si le hablaba o si discurría. Se sonrió.
- No, no parece.
- Vení, salgamos. ¿Qué puedo hacer por vos?
- No se me ocurre. Nada se me ocurre.
- Insisto, vení salgamos. Caminemos.
- Está bien - me dijo- No tengo nada mejor que no hacer.
Emprendimos la caminata a ninguna parte. Se me ocurrió pensar que caminar le haría segregar algún químico que la calme o la saque, o la distraiga.
Paré en un kiosco compré chocolates. - Tomá, le dije, comé.
- Engorda - me contestó.
- ¿Te importa? Comé- le dije- si seguís caminando lo quemás. Además necesitás serotonina. Al menos de forma legal.
- Me siento muy desprotegida, muy impotente. Por eso -insistí-, seguí caminando. El chocolate te va a ayudar.
Después de varias cuadras me preguntó. Por qué me ayudás.
- Soy un ángel, ¿no te dije?
-No, nunca, ¿y quién te manda?
- Soy free lance - respondí.
- ¿No tenés otro laburo que deberías estar haciendo?
- Me hice la rata- le dije. Y el tipo al que debería estar ayudando es un embole.
- ¿Un ángel rebelde no se convierte en un demoño?
- No, en general no. ¿Viste las Alas del Deseo? - No, me dijo-. Bueno dejá no la mirés.
- Estamos cerca de una plaza. ¿Hace cuánto no entras a una?
- El día que cumplí once, decidí que ya había crecido. Como en el fondo estaba insegura y no quería mostrarlo, se me ocurrió que no debía entrar más a una plaza. Así demostraba que ya era grande. Adulta. Fue hace 25 años, o cinco minutos. Es lo mismo.
- Sí, es lo mismo. Para mí al menos. No sé para vos. Pero no importa. Vení, entremos.
- ¿Hamacas, arenero? - preguntó.
- No, sube y baja.
- Si insistís…
Y así empezamos, no sé si tanto a jugar como a vivir al sube y baja. El movimiento es parte del ciclo. No se sube ni se baja, se está arriba o abajo, siempre para volver hacia abajo o hacia arriba. Parte de lo mismo, al final. Y otro elemento. Tierra, aire, tierra, aire.
- Naturalizarlo - le dije- al movimiento. A cada etapa. Vuelve.
- Tengo miedo que después del aire venga el infierno- me dijo.
- Viene la tierra, ¿no ves? Sí, pero no puedo estar segura.
- Me procesaron- exhaló. Ayudaba a subsidiar películas nuestras y me procesaron, ¿entendés? Me quieren meter presa por ayudar a crear. Por ilusionarme, por creer, por comprometerme.
- Te quieren asustar. En realidad quieren asustar, plantate.
- ¿Plantarme?
- Sí, entendelo como parte de un proceso, calmate, seguí. Erguite.
- No puedo; se me mezcla la impotencia, la furia, la bronca, la injusticia, la desazón, la soledad.
- Casi todos esos sentimientos se los estás regalando. No tiene sentido.
- No puedo evitarlo, no puedo parar.
- Y yo tratando de trabajar… Sos más interesante y atractiva que el cornudo del que me estoy haciendo la rata, pero más terca. A esta altura el otro flaco ya hasta habría perdonado a su mujer.
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