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Cuento: Un ángel de Sergio Chodos


Foto 📷 Ava Sol


"Esto termina en parálisis –continuó-, y reducción, contracción. Como cuando matás una araña y se achica. Se le sale el líquido y se achica ¿viste? Después es como que se curva para adentro. Se hace redonda. Como un feto en una panza"


Un Ángel por Sergio Chodos


- Tengo clarísima la oscuridad - me dijo - el problema es que no la puedo aceptar, o absorber.

- Esto termina en parálisis –continuó-, y reducción, contracción. Como cuando matás una araña y se achica. Se le sale el líquido y se achica ¿viste? Después es como que se curva para adentro. Se hace redonda. Como un feto en una panza.

- No te veo muy optimista, le respondí, o reflexioné.

Ya no tenía claro si le hablaba o si discurría. Se sonrió.

- No, no parece.

- Vení, salgamos. ¿Qué puedo hacer por vos?

- No se me ocurre. Nada se me ocurre.

- Insisto, vení salgamos. Caminemos.

- Está bien - me dijo- No tengo nada mejor que no hacer.

Emprendimos la caminata a ninguna parte. Se me ocurrió pensar que caminar le haría segregar algún químico que la calme o la saque, o la distraiga.

Paré en un kiosco compré chocolates. - Tomá, le dije, comé.

- Engorda - me contestó.

- ¿Te importa? Comé- le dije- si seguís caminando lo quemás. Además necesitás serotonina. Al menos de forma legal.

- Me siento muy desprotegida, muy impotente. Por eso -insistí-, seguí caminando. El chocolate te va a ayudar.

Después de varias cuadras me preguntó. Por qué me ayudás.

- Soy un ángel, ¿no te dije?

-No, nunca, ¿y quién te manda?

- Soy free lance - respondí.

- ¿No tenés otro laburo que deberías estar haciendo?

- Me hice la rata- le dije. Y el tipo al que debería estar ayudando es un embole.

- ¿Un ángel rebelde no se convierte en un demoño?

- No, en general no. ¿Viste las Alas del Deseo? - No, me dijo-. Bueno dejá no la mirés.

- Estamos cerca de una plaza. ¿Hace cuánto no entras a una?

- El día que cumplí once, decidí que ya había crecido. Como en el fondo estaba insegura y no quería mostrarlo, se me ocurrió que no debía entrar más a una plaza. Así demostraba que ya era grande. Adulta. Fue hace 25 años, o cinco minutos. Es lo mismo.

- Sí, es lo mismo. Para mí al menos. No sé para vos. Pero no importa. Vení, entremos.

- ¿Hamacas, arenero? - preguntó.

- No, sube y baja.

- Si insistís…

Y así empezamos, no sé si tanto a jugar como a vivir al sube y baja. El movimiento es parte del ciclo. No se sube ni se baja, se está arriba o abajo, siempre para volver hacia abajo o hacia arriba. Parte de lo mismo, al final. Y otro elemento. Tierra, aire, tierra, aire.

- Naturalizarlo - le dije- al movimiento. A cada etapa. Vuelve.

- Tengo miedo que después del aire venga el infierno- me dijo.

- Viene la tierra, ¿no ves? Sí, pero no puedo estar segura.

- Me procesaron- exhaló. Ayudaba a subsidiar películas nuestras y me procesaron, ¿entendés? Me quieren meter presa por ayudar a crear. Por ilusionarme, por creer, por comprometerme.

- Te quieren asustar. En realidad quieren asustar, plantate.

- ¿Plantarme?

- Sí, entendelo como parte de un proceso, calmate, seguí. Erguite.

- No puedo; se me mezcla la impotencia, la furia, la bronca, la injusticia, la desazón, la soledad.

- Casi todos esos sentimientos se los estás regalando. No tiene sentido.

- No puedo evitarlo, no puedo parar.

- Y yo tratando de trabajar… Sos más interesante y atractiva que el cornudo del que me estoy haciendo la rata, pero más terca. A esta altura el otro flaco ya hasta habría perdonado a su mujer.

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